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Sobre el Ante Proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual


El 27 de junio de 2002 Clarín podría haber titulado “La Represión policial causó dos nuevas muertes” ó “Duhalde mandó a reprimir: dos muertos”. Sin embargo, para el gran diario Argentino, a Maximiliano Kosteki y a Darío Santillán los mató “la crisis”. No fueron los balazos de la Bonaerense “Mejor Policía del Mundo” Duhaldista, sino la crisis. Así rezaba su tapa, “La Crisis causó dos nuevas muertes”. Y así lo repitieron sus más de 200 medios de comunicación en todo el país. La concentración de medios que la actual ley de Videla y Menem permite, genera un discurso único que construye agenda diariamente. El problema es que esa agenda no es ni inocente ni casual, sino que defiende intereses muy concretos y no precisamente de los sectores populares en este país.

La lucha de muchos años de radios comunitarias, organizaciones estudiantiles, movimientos sociales, partidos políticos, etc. nos condujo al día de hoy, donde finalmente estamos frente a la posibilidad de tener un nuevo marco regulatorio que nos permita a todos tener voz. No es un proyecto del Gobierno, sino del trabajo y el esfuerzo de muchos otros. Porque no hay que dejar de tener en cuenta lo siguiente: este gobierno que hoy se jacta de su lucha anti monopólica y por la democratización de la palabra, es el mismo que renovó todas las licencias a los mismos medios que hoy demoniza; es, también, el mismo que aprobó el monopolio de las empresas de cable que pertenecen al grupo Clarín. Por lo tanto, sabemos que no es garantía en sí mismo de satisfacer los reclamos que muchos sectores vienen haciendo desde hace mucho tiempo en materia de comunicación.

Lo peculiar del caso es que el ante proyecto respeta muchos de los 21 puntos que redactó la Coalición por una Ley de Radiodifusión de la Democracia. Y si bien es cierto que casi cualquier cosa iba a ser mejor que la ley actual, no podemos dejar de celebrar un proyecto que contemple, por ejemplo, la reserva de frecuencias para radios comunitarias.

Sabemos que hay muchas ambigüedades en el proyecto de ley y también sabemos que las presiones para conseguir que no se apruebe serán infinitas. Por eso, debemos involucrarnos al máximo y asumir la responsabilidad que nos toca, para pulir los artículos que nos dejan dudas y para conseguir que se apruebe, y luego se aplique. Y eso sólo se consigue de una manera: con toda la gente en las calles.

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